viernes, 20 de marzo de 2015

'Peores maneras de morir', de González Ledesma: obra maestra con la última aparición del inspector Méndez

    
    "-Amigo mío, con la misma educación que usted, le voy a informar de dos cosas.

    -Dígalas. Me muero de impaciencia.

    -La primera es que llevo un arma no reglamentaria. Es un Colt 1912. En la primera guerra mundial lo empleaban para cambiar las paredes de sitio.

La sonrisa del japonés se fue helando. No le había gustado el tono de Méndez. Pero, fingiendo indiferencia, preguntó:

-¿Cuál es la segunda cosa?

-Tiene usted un huevo izquierdo muy bien colocado. Con esos pantalones tan estrechos, destaca muy bien. Si le clavo un cañonazo en el centro exacto me habrá alegrado el día".


Palabra de Méndez, un Ricks en Barcelona

    La última aparición del inspector Méndez es una maravilla. Bonita y más que rica herencia del genio de la novela negra Francisco González Ledesma. 

    'Peores maneras de morir' es una obra maestra en miniatura. El adiós de un mundo ya olvidado, escondido bajo las avenidas de nuevo cuño y los bares de diseño. 

    "Después de todo era normal. Después de todo, en este país la caridad siempre ha llegado donde no llega la justicia"     

    "Seguramente la izquierda había dado grandes libertades, pero había quitado todas las pequeñas libertades, incluso la de fumar. Sin mujeres y sin tabaco se vive más, años según el Boletín Oficial. Claro que esto lo pensaba Méndez porque no respetaba nada, y menos la virtud"

    "No sé si lo ha pensado, Méndez, pero cuanto más cruel es la humanidad más falta hace la mentira de un poeta"


    El inspector Méndez nos abandona harto de sus jefes, de sus compañeros, de los políticos y de la Barcelona más Parque Temático para guiris que ciudad auténtica.

    En esta novela hay varios momentos sublimes como la pelea del viejo inspector con un mafioso profesional del sumo o la venganza de una joven ucraniana contra sus captores.

"Méndez entró en un bar de aspecto siniestro al que solo se atrevían a acceder los clientes con instinto suicida. Se snetó en la barra y pidió algo con el suficiente alcohol para neuralizar el universo protozoario del vaso.

    Charló con algunos habituales del local y sacó algunas conclusiones de gran calado cultural: que las prostitutas que ejercían en la zona lucía cada vez las caderas más anchas, que sus clientes tenían los hombros más estrechos y que la relación puta-cliente había perdido el encanto de otras épocas, conviertiéndose en algo similar a pedir un menú en un McDonald's"

    El sexo, el amor, la religión, los pobres, las putas, la muerte no dejan de librar sus batallas contra el paso del tiempo y los bares infectos en los que Méndez se toma sus copas de puro alcohol para matar las bacterias de los sucios vasos de cristal.

    Nostalgia y escepticismo, además de crímenes por todos lados, trufan esta genialidad del inimitable Ledesma.


    "-Oiga, usted es... Bueno, quiero decir que no parece un policía como los otros.

-Quizá es que no lo soy. Y como supongo que preguntará por mí, me permito anticiparle lo que le dirán: soy un viejo polizonte que según mis compañeros ya debería estar retirado, sigo los casos a mi manera, vivo rodeado de libros, doy de comer a los animales extraviados y conversación a las mujeres perdidas, soy experto en vinos baratos y cliente de bares vigilados por la sanidad pública (...) No me fio de las damas porque he conocido pocas, y supongo que ninguna dama se fía de mí. (...) Nunca he traicionado a nadie, y como es la última virtud que me queda, no quiero perderla"

    Una de las mejores autodefiniciones del inspector Méndez, el perdedor, el heterodoxo, el inmisericorde, el nostálgico, el piadoso...

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