viernes, 22 de septiembre de 2017

'El carmín y la sangre', de Montero Glez: alocada, entretenida, diferente

       
    "Todo hombre tiene un demonio personal esperándole en alguna parte y el comandante Fleming encontraría el suyo durante la guerra".    

    Es una novela diferente. Como una comedia ligera, cargada de drama y de situaciones surrealistas. Con un final muy en la línea de 'El perfume', un desarrollo que nos remite a Valle-Inclán y un inicio de James Bond 007.

    "-Ningún sentimentalismo turbará la pureza de mi vicio. Tu amigo, ese que te paga la habitación, puede estar seguro de que no voy  a intervenir en lazos de pareja. Solo intervengo donde él no puede llegar. En el fondo, la guerra hace extraños enemigos de cama".


    No en vano, el protagonista es un espía inglés en Gibraltar en 1941. Se trata del comandante Ian Fleming el creador del agente secreto al servicio de su majestad más importante de todos los tiempos.

    "-La suiza deseaba un creampie -aseguró el comandante Fleming- y mira. Eso es lo que tiene el deseo, que no siempre puede desembocar en placer.

      -Usted sabrá si ella ha gozado -apuntó el mayor Donovan tan cortante como satisfecho.


       Entonces el comandante Fleming le miró muy fijo y aseguró:


       -Las mujeres por moral no se entregan todo lo que desean. Al contrario de los hombres, que si no se entregan es por inseguridad". 


    Su objetivo es acabar con los espías alemanes que pasan información al Eje para acabar con los barcos mercantes ingleses y así asfixiar a la Pérfida Albión.

    "-La guerra transforma hasta el extremo el alma de los hombres.

      -Y de las mujeres -afirmó ella.


      -No, las mujeres no tienen alma, aunque James Joyce y las novelas se empeñen en lo contrario -aseguró el comandante Fleming, fatalmente". 

    Entre Gibraltar, La Línea y la venta de Juan Vargas, el flemático, aventurero y jugador Fleming se las verá con personajes dignos de los esperpentos y la picaresca más española. 

Gestapo, marineros nazis y bulerías

    "Adolf Claus, sin perder la seriedad, aseguró:

      -España es un pueblo que se entrega a la muerte y a los uniformes como si existiese vida más allá de la muerte y de los uniformes. Sus mujeres son muy pasionales, ya lo verá".


    El teniente coronel abusón de la Guardia Civil Ignacio Molina, la bailaora poco fiable Juana 'La Petenera' (con este nombre bautizará el famoso cóctel mezclado y no agitado al que está abonado James Bond), el Académico limpiabotas con gafas de culo de vaso, el sarasa guitarrista Tachuela, el duro mayor americano Wild Bill y el viejuno y senil gobernador Jock.

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