'Muerdealmas', de Santiago Álvarez, es un descenso a los infiernos. Al de la locura del protagonista, el desequilibrado Abel, y al de la familia Osset, una especie de salvajes que viven de la droga en los más inaccesibles rincones del Maestrazgo.
Esta novela, que pone los pelos de punta y nos transporta a los recovecos más oscuros del ser humano, recuerda a alguna de Chris Offutt que transcurren entre clanes brutales en las inmisericordes montañas de Kentucky, incluso a las historias trágicas de Joe R. Lansdale.
La verdad es que la historia no tiene desperdicio. Los personajes están al límite, son violentos, cercanos a la psicopatía y practican ritos mágicos, bordeando lo sexualmente incorrecto.
Este western montañés, que sucede en la aldea abandonada de Muerdealmas, en la subcomarca de la Tinença de Benifassà, repleta de lobos y clanes que se odian a muerte, es pura dinamita. A la lucha por la supervivencia, entre los Osset y los Piedelobo, se une Abel, un urbanita, recién salido del psiquiátrico que se traslada al pueblo tras recibir en herencia una casa.
Los mundos de la locura de Abel se unirán a un pasado traumático, a las locuras de los Osset (una familia como salida de La Matanza de Texas) y a la corrupción del sargento de la Guardia Civil del puesto de Rosell, enamorado de Ventisca Osset, una especie de teniente O'Neill de la selva mediterránea.
Lo cierto es que en Abel, nada es lo que parece. Su forma de actuar y las rencillas de los Osset con los Piedelobo por asuntos de drogas desencadenarán una tragedia con un final más propio de una guerra en Oriente Medio que de un simple ajuste de cuentas entre históricos clanes rivales.
Muy buena. Muy potente. Muy bien narrada. Muy bien construida. Y oscura, muy oscura. Como si el coronel Kurtz subiera al Maestrazgo.
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