'Los niños que ya no sonríen', de Fran Santana, es una novela que se lee con ganas, hasta que ves que todo sale demasiado bien y compruebas que el demiurgo malo que mueve todos los hilos es poco creíble.
La trama es algo así como 'Saw', donde un tipo malo, pero justiciero, mueve los hilos de una historia en el centro de la cual introduce a un agente de la ertzaintza y a su exmujer, quienes deben decidir en diferentes momentos de la historia qué personas deben morir y cuáles vivir. Todo ello bajo la amenaza de sufrimiento para sus seres más queridos.
Entre medias, empresarios corruptos, amantes de las violaciones, y seres malignos que, poco a poco, son exterminados por un asesino oculto, quien manipula al policía y a la pequeña empresaria.
Lo dejé antes de llegar a la mitad porque ya me aburría. Todo encaja demasiado bien. El malo es como un superhéroe que todo lo sabe, que se mete en todos los ordenadores, que lo ve todo... un cansino que poco aporta a la trama... es que es muy plasta y brasas!!
No puede ser que en medio de la nada aparezca una moto con las llaves puestas para que la pequeña empresaria pueda dirigirse a su próxima prueba. Ni que una llave primordial esté colgada de un clavo justo en el lugar donde ocurre un asesinato.
Al final, aunque el libro está bien narrado, los personajes prometen y la acción está bien reflejada, me aburrí. Y no pintaba nada mal. Que sea otra persona la que disfrute -o no- de esta novela negra ambientada en Bilbao y con aires de venganza a lo Charles Bronson.
Le falta algo...
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