En este novelón no cabe un h de p más. La maldad en estado puro se pasea a sus anchas. Tanto da que sea El Enterrador, un juguete roto de la tele; o su jefe máximo, el maléfico Arturo Gómez-Arjona, un poderoso Berlusconi español; o su primogénito, Todo Sentado, postrado en la silla de ruedas tras matar en una accidente a varias personas...
Carlos Augusto Casas lo vuelva a hacer. Nos lleva de descenso a los infiernos, en una novela tan potente como su obra maestra, 'No hay junglas adonde regresar'.
La ley del padre es la que marca que los hijos deben tomar el poder de este matándolo o derribándolo o apartándolo. La familia Gómez-Arjona, pese a estar podridos de dinero, son un clan oscuro y maligno. El pequeño es un gay confabulador, la mayor es una influencer sin escrúpulos y la pequeña, una psicópata en el cuerpo de una princesa... y el abuelo, bufff, ese es un fauno con alma de sátiro.
El intento de apartar del poder a Arturo, el padre, llevará a este a encargar a El Enterrador, quien fuera un Piqueras de la tele, la investigación de quién, entre sus vástagos, quiere cepillárselo. El Enterrador, el tipo con más mala suerte del planeta y que esconde un terrible secreto en su alma de perro.
Por si fuera poco, los socios de Arturo se alían con otro mandamás para apartarlo de esta especie de Mediaset española.
Vaya pedazo de novela que ha construido Carlos Augusto Casas. Lo tiene todo. Muerte, sangre, odio, alcohol, drogas, sexo, traiciones y salvajismo... eso sí, siempre practicados desde los más impolutos despechos por gentes que visten las ropas más caras y manejan el poder absoluto a su más caprichoso antojo.... ¡¡Imprescindible!! ¡Tremenda! ¡Terrorífica!
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