miércoles, 7 de diciembre de 2016

'El carbonero', de Carlos Soto Femenía: cruel y descarnada

"A raíz de los detalles de los que el buhonero me dio cuenta a continuación, Massutí resultó ser, más que un individuo poco recomendable, un ejemplar de la peor calaña. Mallorca, a causa de su insularidad, nunca había sido territorio fértil para los excesos. Una isla cerca a sus habitantes y les pone nombre. Todos se conocen. Por tanto, descollar, en cualquier sentido, solía ser sinónimo de imprudencia.

    Durante las primeras décadas de siglo, el contrabando unió a todos los habitantes de la isla, quien no recurrió a él para vender, lo hizo para comprar. Surgieron redes de distribución fabulosas. Se creó un sistema nervioso. Pero nadie osó levantar la cabeza por encima de las del resto. En Mallorca se delinquía en común, y para que el delito fuera común, debían omitirse los extremos. Y también, por encima de todo, debía haber silencio".

    Este es un libro que está perfectamente escrito. Con una prosa cargada de magia. Nos transporta a las montañas de Mallorca en las primeras décadas del siglo XX. Es una historia de venganzas en un ambiente de 'senyors' y 'pagesos' en una 'possessió' cerca de Caimari.

    "Allí acudían los contrabandistas a retirar los bultos, de noche, a pie, ya que había que desplazarse por caminos impracticables, recorriendo a veces una treintena de kilómetros. Para hacerlo solo se servían de una especie de arnés, el 'pitral', que se ceñía a la frente, reposaba la carga en la espalda y dejaba los brazos libres para sortear los obstáculos o acometer escaladas. Todo se hacía en silencio, en la oscuridad. Sin descollar. Al estilo mallorquín".

 
    Es como si 'Bearn o la sala de las muñecas', de Llorenç Villalonga, se tiñera de sangre y crueldad innecesaria.

    El crimen brutal de la madre del protagonista, Marc, buscará respuesta siete años después de la mano de este carbonero joven. Contrabando, drogas, sicarios y malas personas se unirán en un relato con épica, enraizado en el acervo más antiguo del ser mallorquín.

    "Discreción y silencio. Así había sido siempre en la isla, para bien o para mal, hasta que llegaron los delincuentes de fuera.

       Massutí -el mallorquín era el padre- era de los de fuera. Y los de fuera no entendían, o no querían entender, cómo funcionaban las cosas aquí. Joan March, otro mallorquín, visionario, sin escrúpupulos y de una ambición desmedida, explicaba que los únicos problemas que surgían en la isla eran los creados por los que hablaban de más. También tenía un lema: 'Cada día nace un tonto, solo hay que encontrarlo'".

    La descripción de una Isla que no existe, engullida por el turismo, en sus espacios más duros y oscuros, es perfecta. El amor y el sexo también ocupan -o sobrevuelan- este atípico libro de novela negra. Mallorca es como Sicilia, a otro nivel, pero con la misma crueldad.

    Un libro que en ciertar escenas es tan duro como 'Reservoir dogs' y en otras recuerda al realismo mágico latinoamericano. Muy recomendable por su poder narrativo y por la historia que nunca nos deja atisbar cómo acabará. Misterio y muerte en la Serra de Tramuntana.

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