Mis autores preferidos de novela negra y policiaca, acompañados de sus criaturas, los detectives e investigadores más escépticos y duros a la vez tiernos.
sábado, 10 de diciembre de 2016
'El peso del alma', de José María Espinar Mesa-Moles: descomunal
"El grupo RUESCA (ruso, escocés y caribeño) surgió por la constancia de la casualidad. Era una tertulia multidisciplinar, una excusa a la realidad, un grupo de opinión enfebrecida, un círculo hermético, una explosión de amigos, una pausa de soledades, un club de libadores (nunca te preocupe cuánto bebes sino con quién bebes). Llevándole la contraria al gran Conrad puedo afirmar que era un conjunto valiente pero no temerario, audaz sin voracidad y osado sin caer en la crueldad".
Esta es una obra maestra. Reúne lo más clásico de la novela negra con toques de Juan Madrid, Andreu Martín, e, incluso, Eduardo Mendoza. Es soberbia. No en vano fue galardonada con uno de los galardones más prestigiosos del país: XX Premio Getafe Negro 2016.
"El ser humano rechaza a sus congéneres y desconfía de manera radical de sus semejantes. Por abrumadora mayoría evolutiva solo piensa en sí como individuo. La solidaridad y la tolerancia tienen cimientos de escarcha. Somos un castillo de fósforos".
'El peso del alma' es novela negra, pero también es poesía y filosofía en estado puro. Magnífica historia de un escéptico excomisario metido a detective privado, gañán, extravagante, descreído y castigador, a la vez que sentimental, duro, leal y justiciero. Un crápula simpático.
"Fui sin desviarme hacia la secretaria del gimnasio. Allí un policía interrogaba a una chica joven. Era de un basto provocado, de una vulgaridad que denotaba pertenencia miliciana a la clase suburbial. Rubia teñida, azogada como una geisha, con piercing en nariz y lengua. Llevaba una camiseta de tirantes que permitía ver sus tatuajes de simbología oriental (es curioso el desprecio de los analfabetos hacia su propia cultura). Pantalón de chándal y tacones. Rumiaba un chicle. Su fenotipo desbordaba desapego por la evolución".
Milton Vértebra deberá investigar quién quiere asesinar al prestigioso neurocirujano Luis Corral, amigo de la infancia -del que todos se burlaban en el colegio-, días antes de que este revele al mundo la existencia de un secreto millones de años perseguido e imposible de desentrañar.
"Con gusto entraría en sus viviendas y las azotaría, ¡qué vidas desaprovechadas, barnizadas de rencor! El marujeo desprestigia a dignidad humana, desconcha el respeto hacia el prójimo. Siento repulsa por esas zorras de pelo canoso que, rebosadas por la insatisfacción, escupen veneno a cada oportunidad".
A partir de allí, se cruzarán en escena los amigos extravagantes y escépticos de Vértebra, su primo y glorioso escritor, sus decenas de ligues, sus borracheras interminables en el bar Airiños do Miño con un grupo de seres desfasados y correosos, su descenso a los infiernos...
"Hay cosas que no se deben ni pensar, porque entonces el hombre se transforma en monstruo. Soy débil pero no depravado, soy pecador pero no demonio, soy un marinero que no un pirata. Soy águila, no cuervo".
Todo ello envuelto en frases de Marañón, Heidegger, T.E. Lawrence, Teresa de Calcuta, Kahlil Gibran, Séneca, Sinclair Lewis... En una aventura de aires épicos, en una guerra contra el mal, escenificado en un asesino en serie que extrae los cerebros de sus víctimas...
"-Sí, me restan tres años. Mi única motivación en esta perra es viajar a Santo Domingo y morir allá rodeado de bellas mujeres del color del ébano".
También hay cierto romanticismo y escenas de lo más surrealistas. Es una historia brutal, sin concesiones, muy negra y tremendamente bien escrita. Cargada de fondo filosófico y mucha sabiduría. Es imprescindible.
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