'La calle de los espías', de Mick Herron, para mí es infumable. Empieza con fuerza, pero en el segundo capítulo todo parece de una broma sin gracia. Como un obra de teatro amodorrante.
Intenta ser en la presentación tan novedosa, televisiva y divertida que, cuando narra con supuesta originalidad la vida en el edificio de los espías, se convierte en soporífera y sobreactuada. Una cansinismo de pesadez hiperrealista.
A otra cosa, mariposa.
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