El malogrado escritor de novela negra Jakob Arjouni -fallecido en enero con tan solo 49 años de edad- creó a mediados de los años 80 -a España no llegaría hasta principios de los 90, gracias a la editorial Virus- un detective diferente por ser un paria en Alemania, su tierra, ya que ni era rubio ni tenía los ojos azules, ni se apellidaba Von Andechs, y por ser una actualización europeizada de las criaturas de Hammet y Chandler.
Kemal Kayankaya, rey de la mala leche y de lo políticamente incorrecto, era teutón, sí, pero hijo de inmigrantes turcos y con cara de 'moro', lo que le hacía sufrir el racismo latente entre sus conciudadanos. Un odio hacia su persona que superaba con un carácter indómito, una actitud entre ascética y agresiva, y unas frases más que cortantes.
Kayankaya protagonizó cinco novelas, aunque las mejores son las tres primeras 'Más cerveza' (Virus, 1996), 'Rakdee con dos es' y '¡Happy birthday, turco!' (Virus, 1993). En su momento -hace casi 25 años- fueron una ráfaga de aire nuevo en el inamovible mundo de la literatura negra, anclada en los clásicos de siempre.
Kemal era actual, borracho, moderno, vivía en Frankfurt, vestía a la moda rocker, le gustaban las broncas, no respetaba a la policía, no hablaba ni papa de turco, y sobrevivía en un mundo especialmente hostil para los que, como él, eran diferentes.
Si embargo, tras releer hace unas semanas 'Rakdee con dos es' (Virus, 1995) me ha parecido una obra con poca fuerza, desfasada, fuera de lugar y una pobre imitación de los relatos oscuros de Philip Marlowe. Se deja leer, pero ya no es el poderoso autor de los 80 ni de los 90, de la Generación X, que tanto amó el maestro Manuel Vázquez Montalbán.
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