'Máscaras', de Leonardo Padura, tiene poca fuerza. Es floja, flojita. Fácil de leer. No la acabé. Aburrida. Le falta el poder que tiene 'Pasado perfecto', la primera obra de la tetralogía de La Habana, protagonizada por el soñador, tierno y cerebral teniente Mario Conde.
Se intercalan capítulos extraños de travestis y gays en París un año después del más famoso movimiento de liberación europeao, acabado en nada, como todos, y bajo el lema 'Prohibido prohibir' y 'Debajo de los adoquines está la playa'.
Demasiada introspección de Mario Conde para tan poca acción. La investigación, el meollo de la novela negra, apenas ocupa espacio. Carece de importancia entre los atribulados personajes que solo beben ron, se lamentan, a veces singan, leen libros de semiótica, van a misa, hablan de la transmutación de Jesús...
Incluso aparecen anecdóticamente Jean Paul Sartre y Simone de Beavoir.
Hasta los personajes con poderío como el sargento Manuel Palacios, Carlos El Flaco, Comandante -mayor- Ragel... aparecen desdibujados. Es como una depresión en versión libro policíaco.
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