Lo que más sorprende de Lozano Leyva es su capacidad para convertir el cóctel aventuras, historia, mar, exotismo y novela negra en un excelente libro que no se puede parar de leer.
Aventuras con acción en el Pacífico, en una travesía del mítico galeón de Manila, rodeado de peligros en forma de piratas asiáticos conchabados con filibusteros holandeses, mientras en el barco español se dan cita militares, curas, comerciantes, viudas, marineros fanfarrones, presidiarios y asesinos.
La ambientación de mediados del siglo XVIII es perfecta. La descripción de Manila, en 1754, bajo la tutela del gobernador Francisco José de Ovando, marqués de Ovando, es deliciosa, así como el funcionamiento de la línea regular del 'galeón de Manila' con un viaje de ida y vuelta al año entre la capital filipina y Acapulco, que daba para hacer rico a más de uno.
En este caso, el barco es San Venancio, viejo y decrépito, en cuyo seno empieza a ser asesinados los principales jefes marinos y militares. Eso deberá investigar el comisionado real Álvaro de Soler junto al capitán Dávila, un émulo de Alatriste.
Además, deberán hacer frente a la persecución de una flotilla de piratas chams, apoyados por holandeses, que viajan en rápidos juncos.
El agotado imperio
Muy interesante es conocer cómo la Corona española tenía abandonados y casi olvidados a los 40 soldados y su jefe que protegían las islas Marianas, en cuya capital, Guam, se detienen los protagonistas.
Al igual que es genial la detallista y veraz descripción que Lozano Leyna realiza de la vida en un galeón de hace más de 250 años. Lo más parecido a sufrir un presidio en medio del mar. Una aventura dura, de resistencia, privaciones, juego, aburrimiento, enfermedades, aguante y paciencia, aunque se tratara de un barco de línea regular (la travesía duraba tres meses). Una aventura total entre Filipinas y Nueva España.
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