'El asombroso viaje de Pomponio Flato', de Eduardo Mendoza, es una joyita. El misterio y el humor que destila el escritor barcelonés son de maestro de la literatura.
En esta obra, que empieza con un ciudadano romano en viaje alrededor del mundo buscando un agua milagrosa, que solo le provoca diarrea, se unen todas las virtudes que Mendoza ya mostró en las magistrales 'Misterio en la cripta embrujada' y 'El laberinto de las aceitunas'.
Tenemos a Pomponio, un humilde poeta, de cina ecuestre, que llega a Galilea sin un denario después de ser apaleado y rescatado por una extraña caravana de nómadas.
Desembarca en Nazaret, y no tiene donde caerse muerto, así que una vieja desdentada le permite dormir en un cuchitril a cambio de ordeñar unas salvajes cabras... pero ni eso le va bien, mientras no deja de emitir flatulencias fruto de la turbia agua de los ríos que bebió (sigue en busca de un líquido de la vida eterna y el viagra perpetuo).
Es en ese momento cuando un niño, llamado Jesús, le ofrece diez monedas por salvar a su padre, el carpintero José, acusado de asesinar a un potentado judío.
Será cuando Pomponio empiece una labor de detective en la que se enfrentará a numerosas vicisitudes a cuál más surrealista. Personajes extravagantes, mujeres de mala vida, soldados tocados del ala, sacerdotes oscuros y muchos palos se cruzarán en el camino de Jesús y del romano flatulento en una aventura descacharrante, inimaginable y con el maravilloso sello mendoziano.
Una delicia que se disfruta de una tacada, una enorme joyita.
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