Me gusta Deon Meyer. Pero no todo lo que escribe. Me encantaron 'Sombras del pasado' y 'Trece horas'. Y me he aburrido con 'Ícaro' y 'El pico del diablo'. Eso es lo que ha pasado con estas dos últimas: no me han enganchado, me ha costado seguir la trama por cansancio argumental y me he desilusionado.
Meyer es original, escribe muy bien, refleja a la perfección la marginalidad y los tremendos contrastes de Sudáfrica, donde la riqueza y la pobreza conviven en extremos inabarcables, y donde la violencia más absoluta campa a sus anchas.
La corrupción, los viejos odios entre razas y grupos étnicos, la droga, los atracos, el alcoholismo, el tráfico de armas y un asesino en serie se dan la mano en una nueva aventura del inspector Benny Griessel, cargante por sus problemas personales y su actitud kamikaze ante la vida.
La prostituta que le da la brasa al reverendo es otro de los personajes cargantes, junto al vengador negro (ex agente y francotirador comunista) obsesionado con matar a los pederastas de Ciudad del Cabo.
Deon Meyer es bueno, y mucho. Un maestro de ambientes y personajes. Pero este libro me ha dejado indiferente. No sería el momento de leerlo, tal vez.
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