lunes, 19 de abril de 2021

'Violetas de marzo', de Philip Kerr: brutal inicio de la trilogía negra de Berlín

    

    'Violetas de marzo' es el inicio de una potentísima serie, bautizada como Berlín Noir, donde la genialidad del malogrado Philip Kerr da a luz al inigualable policía/detective privado Bernie Gunther, una rara avis en la reciente Alemania nazi.
    "Llevé el coche hasta casa sintiéndome como una úlcera en la boca de un ventrílocuo. Me dolía el camino que habían tomado las cosas. No pasa cada día que una de las más grandes estrellas de cine de Alemania se te lleve a la cama y luego te eche de una patada. Me gustaría haber tenido más tiempo para conocer aquel famoso cuerpo. Me sentía como el hombre que ha ganado un gran premio en la feria solo para que le digan que todo ha sido un error. De cualquier modo, me dije, tendría que haber esperado algo así. Nada se parece tanto a una buscona como una mujer rica".

    El ambiente creado por Kerr, de un Berlín que empieza a ser el centro de una terrible dictadura, en 1936, a las puertas de las Olimpiadas, es perfecto. A la vez que nos imbuye en una trama trabajada y poderosa, nos va dando detalles del oscuro porvenir de un país rendido a las soflamas del Partido Nacional-Socialista.

    Allí, el detective privado (expolicía de renombre y excombatiente laureado de la I Guerra Mundial), Bernie Gunther es contratado por Six, magnate del acero, a la altura de Thyssen y Krupp, para localizar joyas y documentos robados en casa de su hija.

Gestapo, SS, SA, Kripo, Sapo...    

A partir de ahí, el detective privado insobornable (o solo a veces) iniciará un periplo repleto de violencia y se enfrentará, de una manera u otra, a la insana red creada ya por los nazis para hacer suyo el país y el alma de las gentes: Gestapo, SA, SS, Kripo, Sapo... Incluso llegará a tener un encuentro de alto voltaje con el número dos de Hitler, el todopoderoso ministro Hermann Göring.

    "El número 43 de la Admiralstrasse era el tipo de sitio donde las ratas llevan tapones para los oídos y las cucarachas tienen una fea voz (...) La portera era una buscona que estaba para el arrastre y a la que habían arrastrado hasta lo más profundo de un pozo minero abandonado. Su pelo era tan natural como marcar el paso de la oca bajando por la Wilhelstrasse, y estaba claro que llevaba puesto un guante de boxeo cuando se pintó de rojo carmesí aquella boca suya que parecía un clip sujetapapeles. Tenía los pechos como los cuartos traseros de un caballo de tiro al final de un largo y duro día de trabajo. Puede que aún tuviera unos cuantos clientes, pero pensé que preferiría apostar por ver a un judío en la cola de un vendedor de carne de cerdo en Nuremberg".

    Así, entre espionajes y contraespionajes, ayudado por una periodista de investigación, sin trabajo, porque los preceptos nazis es que las mujeres estén en casa procreando y desviviéndose por sus maridos, Bernie se zambullirá en los bajos fondos berlineses y hallará toda una tela de araña sangrienta de poderes y contrapoderes en un país que esconde la basura bajo las alfombras.

    Incluso conocerá la terrible situación del campo de Dachau, a pocos quilómetros de Munich, donde van a parar judíos, gitanos, comunistas, homosexuales y delincuentes comunes, lo que es un avance de los futuros campos de exterminio.

Esta es una novela poderosa, potente, que no deja respirar, que te golpea directamente en el estómago y que te hace rechazar lo que denominamos "género humano". Hay una luz al final del túnel, pero es muy tenue. Bernie es como una hormiga peleando entre elefantes. El imperio del terror aplicado por los nazis desde 1933 es de locura, y más en una sociedad que se tenía por moderna, sabia y tolerante. 

    Este es un libro intenso, que no deja títere sin cabeza, y del que podemos comprobar lo peor del ser humano en un mundo, supuestamente perfecto, pero en el que la vida vale menos que cero. 

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