No es una novela negra al uso porque su acción sucede en 1753, pero es un pedazo de libro con todos los ingredientes de la mejor literatura criminal: el extraño asesinato de un investigador sobre la corrupción en las minas de Almadén, nobles y eclesiásticos conjurados para robar al Rey, mujeres bellas y poderosas, aunque de poco fiar, misterio, combates, peleas, filosofía...
'El enviado del Rey', de Manuel Lozano Leyva, además está muy bien escrita. Los personajes están trabajados al máximo, con sus dudas, contradicciones y profundidad psicológica, y se mueven en un mundo de traiciones, codicia, mentiras y puñaladas traperas.
La lucha del bien (la luz) contra el mal (la sombra) se hace patente. No en vano, ya empieza la obra destacando que en la ciudad de Sevilla, en 1753, "había aproximadamente la misma cantidad de eclesiásticos que la que sumaban comerciantes, labradores, empleados y fabricantes; que a su vez casi coincidía con la de mendigos y presos. El número de criados era parecido al de artesanos y solo lo sobrepasaba el de jornaleros; y el de hidalgos y militares se acercaba al del conjunto de estudiantes, médicos, cirujanos, sangradores, abogados y escribanos".
Una situación contra la que los personajes principales, ilustrados españoles de la época, intentan luchar con éxito escaso. Aparecen en estas líneas Pablo de Olavide (perseguido por la Inquisición por sus ideas progresistas) y el marqués de la Ensenada, ministro reformador de Carlos III. Y, sobre todo, el protagonista principal, Álvaro de Soler, comisionado real para investigar la muerte del enviado del Rey anterior a las minas de Almadén, básicas para la extracción del mercurio tan necesario para obtener oro y platas de las minas de América.
La trama no deja de golpearte la cocorota provocándote para conocer quiénes se benefician de los robos de mercurio y quiénes dirigen la conjura para que el mal prevalezca sobre el bien.
A ellos se enfrentará Soler, mezcla de espadachín, hombre de letras, militar y alquimista, junto con Olavide, el alguacil del crimen de Sevilla, Fernando Cruz, unos intrépidos concheros y los hermanos Cepeda, pequeños empresarios.
Lo mejor: la recreación de la ciudad de Sevilla en la mitad del siglo XVIII (te trasladas en el tiempo), la elevada literatura de la obra y la diabólica trama. Se disfruta y goza a partes iguales.
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