"Nosotros no podíamos evitarlo -convine-, pero eso no mejoraba su situación. Tenía que trabajar en las minas, y cuando un hombre tiene que hacer algo, lo hace. Pero no por eso le resulta más fácil. Incluso podría decirse que le resultaba doblemente difícil.
Uno no es valiente, noble, desprendido o cualquiera de esas cosas que todo hombre quiere creer que es. Uno no es más que una rata acorralada, y con el tiempo empieza a comportarse como tal".
Novela negra, negrísima, crimen, terror, locura, mafia, sexo... son los ingredientes principales de esta obra maestra de Jim Thompson, llamada 'Noche salvaje'.
Es un thriller negro y de terror que te deja pegado a sus páginas. Hay fuerza, alma y poderío. Nunca sabes cómo va a seguir la siguiente página. El ambiente tenso y el suspense, con toques de surrealismo, son brutales.
"Lo problemático de matar a alguien es que resulta muy fácil. Al final uno llega a hacerlo sin pensar. Uno lo hace en lugar de pensar (...)
Se la clavé en el cuello. Un poco más y le saco la nuez por el otro lado. Saqué el gran pañuelo de seda del bolsillo en la pechera de su traje y lo usé para limpiarme las manos y borra las huellas de la navaja. A continuación le metí la navaja en el bolsillo (para confundirlos, más que nada). Después puse su cuerpo en el suelo del coche y me fui al centro en metro".
La narración sobre el encargo a un sicario de asesinar en un pueblucho de mala muerte a un chivato de la mafia es perfecta.
Y el final, apoteósico. Me recuerda a esas imágenes entre oníricas y surrealistas diseñadas por Salvador Dalí, precisamente, para la película 'Recuerda' de Alfred Hitchcock.
"Uno lo hacía todo a la perfección: tenía en cuenta todos los factores, lo hacía todo dos veces mejor de lo acostumbrado e incluso había momentos de suerte. Todo iba sobre ruedas, y uno se decía que era muy listo y que nadie podía con él.
Y un borracho medio lelo, sin redaños ni para matar una mosca, de pronto intervenía y te daba por saco a base de bien".
Carl Bigelow (alias Pequeño Bigger), sicario con cara de niño, pero con decenas de muertes en su haber, se juega su propia vida en una misión complicada, enrevesada y oscura en el pueblucho Peardale. La encarga el todopoderoso ricachón y salvaje 'El Hombre'.
Allí, se encontrará con personajes a cuál más sonado: Jake, Kendall, sra. Winroy, sheriff, Ruthie...
"Yo estaba hecho polvo. Ya ni vivía; fingía vivir, como mucho.
Vivir es recordar, diría yo. Si pierdes el interés, si todo resulta del mismo tono grisáceo, ese tono que ves al mirar la luz con los ojos cerrados, si nada -bueno o malo, recompensa o castigo- parece ser digno de mención, uno puede arreglárselas para seguir adelante, más o menos, durante un tiempo. Pero uno ya no vive. y uno ya no se acuerda de nada".
Una obra dura, durísima. Te deja sin aliento. Viva la élite de la novela negra más clásica y genuina: Thompson, Hammett, Chandler y Macdonald.
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