En esta ocasión, el expolicía de homicidios de Berlín, metido a jefe de seguridad del Hotel Adlon, por no ser nazi, deberá a acompañar a una bella estadounidense judía a investigar la corrupción en las obras olímpicas.
Estamos en 1934 y las leyes cada vez son más duras para la población de origen judío. Se les excluye de casi todo, como en el apartheid, a quienes han llegado a contar con uno de los cuatro abuelos con origen hebreo.
La violencia y el racismo de los nazis, la opresión cada vez más cruel de una sociedad que se creía culta e inteligente, y las maniobras de Hitler y sus adláteres dominan una historia donde los perdedores son perdedores y en la que el poder aplasta al débil de manera inmisericorde.
En este panorama, solo se salvan unos pocos, como Bernie, que nada podrán hacer contra el sistema racista, violento y salvaje de los nacionalsocialistas. Son la lánguida llama de una cerilla en medio de una brutal tormenta.
Esta novela, negra negrísima, recibió el premio RBA y es una joyita. Nos enseña mucho de la gente, de sus motivos, miedos y pasiones, y nos deleita con las investigaciones de Gunther, un personaje cínico, pero tierno, una especie de Rick en Casablanca.
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