-No me lo tengas en cuenta, no me gustaría que me abrieran expediente por este comentario, inspectora.
-¿Crees en la justicia divina, el karma o cómo lo quieras llamar? -dijo la inspectora.
-No, a la vida le encantan los hijos de puta. No hay más que abrir el periódico para darse cuenta. A pesar de excepciones como esta.
-Pero es hermoso, ¿no te parece? Un acto de justicia pura.
-Sí, pero para hacer justicia hay que mancharse".
'Ya no quedan junglas adonde regresar', de Carlos Augusto Casas, es brutal, sublime, total, bestial, lo mejor que je leído este año. No tiene nada que ver con el resto de novelas negras, salvo en su auténtica negritud.
-No se puede ser honesta sin crearme enemigos. Yo soy una hija de puta y tú un vago. Por eso nos han puesto juntos. Porque nadie nos traga.
-Lo mío se puede corregir, lo suyo es de nacimiento.
-Solo has hecho una pregunta ahí arriba y era una gilipollez. ¿Por qué me has invitado, si no me soportas?
-Socialmente está mal visto beber solo. Si te tomas diez copas sin compañía eres un alcohólico. Si te tomas cuarenta con amigos eres un tipo divertido.
-¿Así que lo has hecho para no sentir que eres un borracho?
-No se confunda. Hace tiempo que tengo muy claro qué soy. ¿Y usted, inspectora¿ ¿Lo sabe ya? ¿Se lo repito?"
Una de la grandeza de este novelón son los diálogos en línea con la novela negra más clásica. Otra de las maravillas son sus personajes: desde la pareja de asesinos a sueldo medio terroríficos medio payasos, hasta su jefe Jabba the Hutt castizo, pasando por el jubilado 'el Mazas', las prostitutas, El Tigre y el protagonista principal, un jubilado de 74 años, que se convierte en una especie de sublime Charles Bronson de Montera.
"-Intolerancia a la leche, Wilskapollas, rumanoides. Estoy cansada de ese lenguaje de machos. Todo ese rollo de maderos haciéndose los duros delante de un cadáver. Personalmente no me afecta. Simplemente me agota tanto hombrecito soltando testosterona por la boca, como si eso fuera parte del trabajo. La verdad es que me importan una mierda sis comentarios vejatorios y sexistas. Pero a sus superiores, no. Ya lo verán. El tiempo me ha enseñado que solo siendo una hija de puta se logra cambiar las cosas".
A mitad de la novela se produce una de las mejores escenas que he leído en mucho tiempo. Brutalidad absoluta en el centro de Madrid. En un bar a plena luz del día. Empieza con la pregunta: ¿Harry el Sucio, Pulp Fiction o Grupo Salvaje?
En esta historia de anti-héroes hay mucho de amor, crítica social y reivindicación de la persona que lucha hasta el final por una buena causa. Todo ello entre un maremágnum de detritus humano y bajeza moral. Sin embargo, la lucecita débil al final se transforma en la más formidable de las fuerzas.
En definitiva, una novela poderosa, potente y repleta de escenas memorables. Con unos personajes inolvidables y una acción intensa dominada por la venganza y la esperanza. Una lección de vida y mil emociones a experimentar.
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